Actividad 1
Actividad 2
Lee el siguiente mito que te presentamos el cual pertenece a
la antigua civilización griega que dejó una enorme riqueza cultural a la
humanidad.
Apolo y Dafne
Eros, el antiguo dios del amor, cambió su forma entre los
Olímpicos. Se convirtió en un niño juguetón llamado Cupido. Su juguete favorito
era un pequeño arco, con el que lanzaba en todas direcciones dos tipos de
dardos: los de oro y los de plomo. Cuando un dardo de oro alcanzaba a cualquier
criatura viviente, encendía en ella la pasión del amor. Por el contrario, si se
trataba de un dardo de plomo, un sentimiento de desprecio inundaba a la
víctima.
En una ocasión Apolo,
el joven dios de la luz, la medicina y las artes, encontró a Cupido jugando en
el campo.
–Regresa al Olimpo, niño –le dijo– y deja de molestar a los
demás con tus caprichos. Mira esto, continuó mientras mostraba su arco y sus
flechas de plata. Éstas son verdaderas armas y no tus juguetes… Vamos, regresa
al Olimpo.
Cupido agachó la cabeza y se alejó de ahí en silencio, pero
no porque estuviera apenado por el regaño, sino que iba ideando la manera de
darle una lección al engreído Apolo. Pronto supo qué hacer.
Cupido regresó hasta donde se encontraba Apolo y, sin que
éste lo viera, clavó en su corazón un dardo de oro. Luego echó a volar por el
campo hasta que se topó con una bella jovencita recostada despreocupadamente
sobre la hierba.
De nuevo sin ser visto, atravesó el corazón de la muchacha
con un dardo, pero esta vez de plomo. Después se instaló cómodamente entre las
ramas de un árbol para esperar el resultado de su travesura. Un poco más tarde
pasó Apolo caminando por ahí y en cuanto vio a la muchacha quedó profundamente
enamorado de ella. Por su parte Dafne, que así se llamaba la chica, sintió una
repulsión inexplicable hacia aquel apuesto joven.
Apolo la saludó, pero ella no hizo caso. El joven dios trató
y trató de llamar su atención, pero no logró hacerlo. Cuando no vio otra
alternativa, concluyó: “Si no quieres mi amor por las buenas, entonces lo
tendrás a la fuerza” y se lanzó sobre ella. Dafne salió corriendo y Apolo
detrás. Corrió y corrió aterrorizada, pero nunca pudo alejarse lo suficiente de
su perseguidor, Quien lleno de amor la seguía. Por fin, cuando Dafne sintió que
las fuerzas se le estaban acabando, imploró a los dioses que la libraran de
aquel indeseable Pretendiente. Para ella resultaba preferible cualquier cosa
antes de corresponder a ese amor. Justo cuando terminó su plegaria, los brazos
de Apolo la capturaron. Pero ya no era la misma: los dioses habían decidido
socorrerla.
El cuerpo de Dafne se endureció, sus pies se hundieron en la
tierra y comenzaron a echar raíces. Apolo adivinó lo que sucedía, pero por más
que intentó, nada logró hacer para impedirlo. Dafne extendió hacia el cielo sus
brazos que ya se habían convertido en ramas, rápidamente el cuerpo de la
muchacha comenzó a cubrirse de corteza y las ramas y el follaje se
multiplicaron. Por último,
Apolo intentó cuando menos besar una sola vez sus labios,
apartó el espeso follaje que cubría la cara de Dafne, pero justamente cuando la
iba a besar, la corteza cubrió por completo el rostro de la joven.
Fue así
como Apolo quedó eternamente enamorado de Dafne, quien se convirtió en un árbol
y dio origen a una nueva especie. En griego la palabra Dafne significa laurel,
que hoy en día es un árbol muy conocido. En las imágenes, Apolo siempre lleva
ramitas de laurel en su corona o en su mano, para nunca olvidar a Dafne
Trujillo, Francisco. Mitología fantástica, Selector, México, 1994
Contesta las siguientes preguntas:
¿Te gustó el mito? ¿Por qué?
¿Por qué crees que en la imaginación de los antiguos griegos,
Eros haya tomado la forma de Cupido?
¿Sabes cómo son los árboles llamados comúnmente laureles?
Belerofontes y la Quimera
Belerofontes, hijo de Poseidón, había causado
involuntariamente la muerte de un hombre y tuvo que irse de su tierra, pues la
muerte es una sombra sobre el culpable que exige castigo. Se refugió en la
corte del rey de Tirinto, Preto, quien lo acogió en su casa después de
disculparle de su crimen. Aquí la reina Estenebea se enamoró de él, pero él la
rechazó, y ella despechada lo acusó de haber intentado seducirla. Preto, a
quien las leyes de la hospitalidad impedían dar muerte a su huésped, decidió
enviar a Belerofontes a su suegro Yóbates, rey de Licia, en Asia Menor, con una
carta sellada en la que se le pedía matar al mensajero. Yóbates lo recibió
amistosamente, leyó la carta hasta el noveno día de la llegada de Belerofontes.
Como las leyes de la hospitalidad le impedían a su vez ejecutar por sí mismo lo
que la misiva pedía, encargó a Belerofontes que librase a su país de la
Quimera, un monstruo híbrido que era una mezcla de león, cabra y serpiente,
escupía fuego y devoraba los rebaños de sus tierras, con la esperanza de que
Belerofontes muriera en la batalla. Pero él, a lomo de Pegaso consiguió matarla
hundiendo en sus fauces una lanza con punta de plomo, este material se fundió
al entrar en contacto con las llamas de la respiración del monstruo,
provocándole asfixia. En premio por esta acción recibió el perdón de los dioses
y el rey Yóbates le dio a su hija en matrimonio, haciéndolo heredero de su
reino.
Fuente: Martín, René. Diccionario de la mitología clásica,
Espasa, Madrid,
1992, pp. 26, 114.
Contesta las siguientes preguntas
¿Qué personajes intervienen en este mito?
¿En qué acciones se involucra Belerofontes que lo presentan
como un peligro para su comunidad?
¿Cómo juzgarías las acciones de este personaje?
¿Cuáles de los personajes incluidos en este mito tienen
características sobrenaturales?
¿Cómo los describirías?
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